A esto lo escribí cuando trabajaba en el diario El Mensajero de la Costa de Gral. Madariaga y veía llegar a los chicos desde temprano a buscar diarios o a llevar lo producido en el día.
Es un sencillo homenaje para los que lo fueron...
Día del Canillita
Escribe Zulema Josefina Funes
Cada mañana se acercaban llenos de sueño y de sueños, esperando la distribución de los diarios para salir a vender.
Pero no lo hacían sólo por vender, sino porque era una forma de acercar un dinero al hogar o para su vida, que les era absoluta y terminantemente necesario.
Recibían la cantidad de diarios que se les entregaba en cada lugar, con una sonrisa y salían caminando ligero... para ganar espacios... para apurar la venta... para ofrecer... porque en ellos alentaba la ilusión de las monedas que llevaban a su casa.
Si llovía, se guarecían en algún lugar y desde allí, se apresuraban a repetir el consabido... ¿Me compra un diario Sr....? ¿ Sra....? Y los veíamos... Y el corazón se nos estrujaba de angustia, sobre todo cuando hacía mucho frío, pensando ¿Por qué las cosas son así... ? ¿Por qué tan chiquitos... allí, recibiendo muchas veces una mala contestación o un gesto de reprobación o de rechazo,,, que dolía…
Las esquinas que se sabían de memoria eran aquellas en las que más cantidad de gente afluía. Y sonreían y ofrecían... y charlaban y ofrecían... soñaban y ofrecían... jugaban y ofrecían, porque además de ser lo que eran, eran también niños, y se les llenaba el alma de alegría cuando alguien compraba, porque eso les alcanzaba para iluminar el día, aunque lloviera...
Frío, calor, agua, viento, no eran obstáculo para ellos... porque necesitaban imperiosamente ganar.
POR ESO... YO LOS AMABA...
Ellos eran mis amigos, los que luchaban, los que desde chicos sabían ganarse el centavo y lo cuidaban como si fuera una pequeña fortuna, los que cumplían con sus pagos en regla, los que no se guardaban nada, los que cuidaban y hacían respetar su espacio, los que haciendo gala de libertad, eran libres, pero esclavos de la vida...
Su infancia era eso, trabajar, caminar, ofrecer, vender, cobrar y volver al día siguiente para comenzar la zaga.
Y, yo los amé por lo que hacían.
Los amé porque eran un ejemplo de vida digno de imitar, como ya lo dije alguna vez, sobre todo por muchos grandes que son incapaces de luchar contra la adversidad y bajan los brazos.
Los amé porque no se asustaban ante la responsabilidad que asumían, que para su edad era mucha. Porque se hacían grandes de golpe, y de golpe aprendían lo que es la lucha,
Pero esa lucha limpia hecha de honestidad y sacrificio.
Y conste que hablé en tiempo pasado…porque fue hace mucho…Y ya casi no quedan…
Un recuerdo digno de ser guardado en la memoria porque fueron parte de nuestra historia social.
