02/05/2021 - MADARIAGUENSES POR ADOPCIÓN
Dr. Lopérfido: “Cuando se habla de Madariaga como pueblo gaucho es así, la gente siempre fue muy amable”

Nacido en San Isidro, Carlos nos relata en esta nota sus primeros pasos en Madariaga, lugar donde arribó hace más de 45 años junto a parte de su familia, y en el cual además desarrolló su actividad médica (primer cardiólogo de la ciudad) y tuvo una importante participación política


En una nueva edición de Madariaguenses por Adopción, en esta oportunidad EL MENSAJERO entrevistó al médico cardiólogo, Dr. Carlos Lopérfido (75), quien junto a su esposa, la pediatra Beatriz Sabatini, y su hija Carola, arribaron a Madariaga provenientes de San Isidro hace más de 45 años. Tiempo después nacería su otro hijo, Andrés.


En esta nota, Carlos comparte detalles de sus primeros pasos en el pago, su participación en el ámbito político y más recuerdos que lo convirtieron hoy en un integrante más de la comunidad madariaguense.


Nacido en San Isidro, donde vivió hasta los 17 años, Carlos cuenta que llegó a Madariaga por las circunstancias de la vida.


“En esa época muy dura que vivió el país en la década del '70, La Plata se había transformado en un lugar bastante insano. En esos tiempos yo tenía mucha actividad allá, fui uno de los tres primeros residentes de Cardiología de la provincia de Buenos Aires. La creamos nosotros, digo nosotros porque fuimos los tres primeros junto con dos compañeros, el Dr. Ricardo Martínez, que después se dedicó a la parte sanitaria, y el otro, un desaparecido, Ruben de Angelici. Esos fueron los motivos. La desaparición, la angustia. Pese a que yo tenía trabajo, porque yo estaba muy relacionado con las cátedras de medicina interna, de clínica médica. Allá hay un sanatorio famoso que es el IPENSA, que es prácticamente universitario. Aparte de hacer la residencia yo trabajaba ahí, así que podría haber tenido trabajo directamente. Pero las cosas estaban tan feas…”


“Enfrente del hospital había una casa dedicada a la venta de artículos médicos que le vendía a la mitad de la provincia de Buenos Aires, entre los cuales estaban los médicos de Madariaga, tanto de la Clínica Baltar como la de los doctores Abait. Conversando con ellos, me dijeron “vos sabés que en Madariaga no hay cardiólogo. El Dr. Baltar está buscando”. Yo no tenía ni idea de dónde estaba Madariaga, pero en mayo del 76 me tomé el colectivo y me vine. Un mayo de esos “fulerazos”. Empecé a caminar desde la terminal hasta la Clínica Baltar. Era mitad campo mitad ciudad esto en esa época. No la parte céntrica, pero cuando ibas avanzando estaba lleno de terrenos baldíos o casas semi abandonadas. La cuestión es que charlé con ellos, fundamentalmente con Jorge Thellier que estaba ahí, porque Baltar, como de costumbre, siempre algún problema tenía.


Después hablé con mi mujer, Beatriz Sabatini, que era residente en el Servicio de Pediatría donde todos los días tanto de mi hospital, el Hospital Universitario de San Martín o del Hospital de Niños, desaparecía alguien. Nosotros teníamos una nena recién nacida que tenía meses, Carola, y tomamos la determinación. Me vine en octubre del 76, lo cual significa que este año cumplo 45 años en Madariaga. Es decir, pasé acá la mayor parte de mi vida”.


Los primeros años en el pago


“La verdad es que empecé a trabajar como loco. Te podés imaginar que no había cardiólogo y me mandaban pacientes desde todos lados. Desde Dolores en adelante no había cardiólogos en ningún lado.


Entré en el hospital, yo venía de un hospital escuela. Había guardias pasivas, todos los médicos hacían una guardia un día o dos. Por suerte, tuve una muy buena formación de urgencias y hasta realicé algunos partos. Teníamos una formación muy sólida en emergencias, por ende la posibilidad de tratar a un traumatizado o un fracturado, porque así nos habíamos formado.


Además hice guardia en el hospital de Berisso, para que se den cuenta, de un sábado a la noche a un domingo a la noche. ¿Vos sabes lo que era Berisso un sábado a la noche o un domingo? A la guardia entraban tipos con todas las lesiones habidas y por haber. Vine con muchísima experiencia en ese punto de vista”.


“De Madariaga me asombró que era un pueblo muy tranquilo, muy ordenado, con escaso movimiento y un comercio muy centralizado. Fundamentalmente eso. Y la gente, me llamó poderosamente la atención de la gente. Cuando se habla de Madariaga como "Pueblo Gaucho" es así, porque la gente era y es muy amable, muy amiga. Me hicieron sentir muy bien, yo estaba solo acá, mi mujer vino en febrero con Carola, mi hija mayor y yo antes, en octubre. Recuerdo que me invitaban a comer a todos lados”, reflexionó.


En esa línea, consultado sobre alguna anécdota que recuerde, Carlos comentó que son varias: “Recuerdo los infartos de algunos personajes del pueblo. En esos tiempos, dos libaneses, que los puedo nombrar porque son muy amigos, Jorge y Cito Flores, sufrieron dos infartos. Me acuerdo que en la puerta de la clínica tenías a medio pueblo afuera y todos te miraban, encima yo era un recién llegado.


Otra vez, recuerdo que aparecieron y me dijeron “Dr. si a usted no le cae mal vamos a traerle un medico en consulta”. “Por supuesto, lo que ustedes quieran”, les dije. Y apareció el Dr. Huertas, un gran cardiólogo y una gran persona. Después de Huertas, Favaloro y yo estábamos a la misma altura jajaja. Huertas me dejó allá arriba.


También se me vienen a la memoria grandes accidentes en el hospital cuando no teníamos infraestructura. Había que ponerle mucha fuerza. Y otros grandes accidentes en las rutas 56 y 74.


Otra cosa de aquellos tiempos es que no había aparatología de ningún tipo. Bah, en realidad tampoco había mucha cuando me formé. Antes de recibirme y terminar la residencia tuve que ir a hacer varias cosas al servicio de Favaloro. Cuando el Dr. estaba en el Sanatorio Güemes, su contacto con La Plata era estrechísimo, y nos recibió a los residentes. Nos tenía dos o tres meses preparándonos en cosas con un poco de mayor complejidad.


Acá por ejemplo no había un cardiodesfibrilador, para tratar un paro cardiaco. No había nada. Yo le dije al que estaba de director en ese momento, el Dr. Quarin Pedro Alexis “mira acá hace falta un cardiodesfibrilador, no se puede seguir trabajando así”. “¿Y cómo hacemos?”, me contestó. Y hablamos con la cooperadora. El primer cardiodesfibrilador de toda la zona lo tuvo Madariaga, gracias a la cooperadora del hospital y al hospital de Madariaga, claro.


Al poco tiempo, llegó el Dr. Rodolfo Bienaimé, que también es cardiólogo y muy bueno. Lo trajo Huertas. Ya cuando estuvo Rodolfo la cosa estaba un poco organizada.


Pero nosotros empezamos a hacer en el hospital el primer Servicio de Cardiología y también el primer Servicio de Derivación de Chagas, que no había. No Chagas originarios, sino gente que venía con la enfermedad del norte a la costa y llegaba a Madariaga para ser atendido. Así que hicimos el primer Centro de Chagas para tratarlos. Los tratábamos en el hospital.


Como yo tenía muchos contactos en La Plata con el tiempo también empezaron a venir chicos más jóvenes. Logramos que nos mandaran un cupo de residentes de medicina general. El hospital de Madariaga era escuela de residentes. Muchos de los médicos que están acá empezaron como residentes y otros con otras cosas que hicimos después, como la Residencia Estudiantil de Pregrado. ¿Qué era eso? La Facultad de Medicina nos mandaba alumnos de quinto y sexto año a hacer seis meses en el hospital de Madariaga. Se quedaban a vivir y hacían una pasada por clínica médica, por cirugía, por ginecología, obstetricia y pediatría. Ningún alumno podía llegar a tener la experiencia de esos chicos.


Alumnos que se hayan recibido y quedado en Madariaga recuerdo al Dr. Federico Zotta, al Dr. Sergio Capelli que vino a hacer la residencia de medicina general y se quedó. Y así fue creciendo el hospital.


Su actividad política


“La primer actividad política que tuve fue cuando se hizo la elección del gobierno de Illia. Yo era estudiante del secundario, el papá de un compañero nuestro era dirigente radical y no tenían a quien llevar de fiscal, y me llevaron a mí. Yo ni siquiera votaba, no tenía ni idea.


En la universidad no hice política, honestamente fui a estudiar. Siempre consideré que la universidad es pública y la mantiene el pueblo. Mucha gente que piensa que nunca va a llegar, con esfuerzo lo puede hacer.


Ya en el '82, estábamos todos efervescentes y adherí al Movimiento de Renovación y Cambio del Dr. Alfonsín.


Cuando gana la municipalidad Miguel Goldaracena, intendente electo, me pidió si podía hacerme cargo de la parte de Deportes y Turismo, porque yo hacía también un poco de deportología. Tuve el honor de trabajar con esa gente, una maravilla.


¿Qué quedó de eso? Al parque le deberían poner mi nombre, porque el campo de deportes lo hice yo, peleándome con todos los ciclistas que decían que era de ellos. Y algún ex periodista que me trató de cualquier cosa porque decía que yo falseaba el legado del parque. Yo no falseaba nada, a mi me asesoraba la parte legal de la municipalidad.


Me di cuenta que había muchos chicos que no tenían donde hacer una actividad física, y dije “eso es una locura”. Y ahí hicimos la pista, los playones en el polideportivo y la cancha de básquet. El resto se hizo posteriormente.


Había muchísima actividad deportiva con los chicos y estaba a cargo de idóneos, personas maravillosas que ponían el esfuerzo para poder hacerlo y que necesitaban que se les diera conocimientos técnicos, como por ejemplo Oscar “Chiche” Bonfrasceschi. Por eso, tiempo después traje gente que les diera charlas sobre lo que se llama iniciación temprana del deporte.


Cuando yo me fui, que terminé con el gobierno de Miguel (Goldaracena) los profesores de Educación Física me hicieron un agasajo porque antes no tenían dónde trabajar.


Después, durante el primer gobierno de Romano me hice cargo de la Dirección del Hospital y de la Dirección de Salud, hice los dos cargos en uno.


Al final del primer gobierno de Romano, fui concejal cuatro años y presidente del bloque. Después de ese período, se terminó. Empecé a preocuparme de otras cosas, como la docencia, que es mi otra vocación.


Actualmente soy docente universitario en la Sociedad Argentina de Cardiología, donde dicto un curso anual desde hace muchos años de Educación Médica Continuada. Empecé como alumno y un día me llegó una carta invitándome a formar parte del Comité Editor. Y hoy soy miembro de ese comité. Es un curso del que también forman parte alumnos de varios países latinoamericanos. Yo juego un rol en la parte que son los exámenes. Me lleva tiempo”.


Su paso por el hospital


“Nos jubilaron con 55 años y 30 de servicio porque parecía que ahorraban plata. A todos los médicos con ese tiempo de antigüedad nos dieron el “buque”. No hubo ninguna razón, éramos los que trabajábamos y los que teníamos la experiencia. Habíamos estado más de veinte años en el hospital. En el año 2001 fue eso, y después, a mi me pidieron que siguiera y yo puse como condición que siguiera el resto. Para mí y para mi esposa el hospital era una parte cotidiana de la vida, te lo puedo decir con orgullo”.


- ¿Qué considerás que le falta a Madariaga?


Creo que Madariaga necesita diversificar un poco, es decir brindar fuentes de trabajo. Lo que es la parte cultural, está desarrollada y muy bien.


Además, Madariaga tiene una variante sociológica muy importante, que es la que hay que observar: los jóvenes vuelven. Eso habla muy bien, de que tienen perspectiva. Lo que le tenemos que dar son los elementos para que puedan desarrollarse.


Agradecimientos


“Tengo muchas cosas que agradecerle a Madariaga. Una de ellas, la raíz que les dio a mis hijos. Carola no nació acá pero es madariaguense, sus amigos, sus contactos. De Andrés, ni hablar, sabe de Madariaga más que yo y tiene contacto a nivel personal con El Mensajero, jajaja. Pero es gente que tiene su raíz acá, que no se olvida de Madariaga. Eso es algo muy importante”.


 


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