19/09/2021 - COMUNIDAD
Homenaje a nuestros maestros: hoy Edith Padilla y Carlos Eyras

Continuando con el reconocimiento a quienes han dejado su huella en Madariaga y la región por su labor docente, en la última entrega de este ciclo presentamos la historia de los docentes Edith y Carlos, narrada por su hijo Ricardo


Cerrando con el ciclo de homenaje a nuestros maestros que EL MENSAJERO realizó junto con la colaboración de Ana Lía Bereilh, en esta edición presentamos la historia de los docentes Edith Padilla y Carlos Eyras narrada por su hijo Ricardo.


 


“Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo está en los humildes bancos de la escuela” - Domingo Faustino Sarmiento


 


“Debe trabajar el hombre/para ganarse su pan/pues la miseria, en su afán/de perseguir de mil modos/llama a la puerta de todos/y entra en la del haragán”. Año 1957. Primero Superior de la Escuela Nº1. La maestra de esa clase Edith Padilla de Eyras, con versos del “Martín Fierro”, inculcaba a sus alumnos de escasos 7 años, la idea del trabajo como único camino para lograr, el sustento para vivir. Ella misma, al frente de ese grado y su esposo Carlos Eyras, en la Dirección, daban el ejemplo de ello, a diario.


 


Hoy vamos a la Escuela Nº  1 con Edith Padilla y Carlos Eyras con la narración de su segundo hijo, Ricardo, en nombre y con algunos aportes de sus hermanos.


 


Hablar de una pareja tan trascendente en la educación de Madariaga, es casi tan sagrado o sublime como escribir en la primera hoja de un cuaderno. ¿Por dónde empezar a preguntar sobre quienes han convivido a diario con tizas, pizarrones, bancos y tinteros, planillas, planificaciones y que además, han sido padres de cuatro hijos?


 


Ricardo, haciendo gala de su simpatía innata que, seguramente a medida que transcurra la historia se convertirá en mezcla de orgullo y melancolía, cuenta…


Papá nació en Madariaga en el año 1915. Se recibió de maestro y bachiller en la ciudad de Dolores. Mamá, Edith Manuela Pérez y Padilla, nació en General Lavalle en 1922, hizo la Primaria en la Escuela Nº 2 cuando estaba frente a la panadería de Musso, cursó sus estudios de Maestra en Buenos Aires, pupila en el Instituto Incorporado Religiosas de San José. Fue compañera con la Sra. Mecha Teruggi de Ricci y Dora Urrutia de Musso, también de Madariaga. Si faltaban elementos, se cubría con la valentía de irse lejos de la familia.


 


Ambos terminan la carrera docente. Vamos primero a tu padre


Mi padre terminó la Secundaria y viajó a la ciudad de Buenos Aires a estudiar pero, cosas de la juventud, como tenía buena voz, se entusiasmó con participar en un concurso de radio del cual resultó ganador. Entonces le surgieron oportunidades de cantar en lugares del bajo Buenos Aires y por Radio Excelsior y en algunas fiestas. ¿Cuál era el problema? Que posiblemente, si la familia se enteraba no iba a estar de acuerdo con eso.


 


La primera sorprendida por esta información soy yo. Todos hemos sido jóvenes y sabemos lo que significa una oportunidad así… ¿Qué hizo? ¿Abandonó la idea y volvió a su objetivo que era estudiar?


No, pensó que si usaba otro apellido, pero igual nombre, nadie lo sabría. Eligió entonces Carlos Legarreta, que era el apellido de su madre. Pero igual se descubrió y debió regresar a Madariaga. Su madre había fallecido y tenía que empezar a trabajar en lo suyo que era la docencia, para eso había estudiado, aunque allí, estuviese codeándose en el día a día con personajes de relevancia como Fidel Pintos (actor y humorista) y cantando con Mariano Mores como pianista, que en esos tiempos hacía de músico de “Las hermanas Mores”


 


Entonces, llega el final de su corta carrera (o su sueño) como cantante y vuelve a Madariaga. Imagino que invadido por una gran desilusión…


No, porque conoce a mi madre y se olvida del canto. Un día que Mariano Mores vino a cantar a Madariaga, fueron los dos a verlo. Cuando terminó el espectáculo, Mariano le dijo que tenía que volver a Buenos Aires a cantar pero él le contestó que ya había elegido lo más importante en su vida, mi madre.


En el año 1944 se casan para empezar la andadura juntos y ya empiezan ambos a ejercer en el paraje de Juan Chico y viven en un puesto al lado de la misma escuela.


 


Historia de amor con final feliz. Estarán orgullosos los cuatro hermanos


Sí. Al año siguiente, nació primero mi hermano Juan Carlos en 1945 y luego yo, Ricardo, en 1946. Al poco tiempo los destinan a Madariaga, papá como vice director de la Escuela Nº 1 y mamá como maestra en la misma escuela, así que se vinieron a vivir al pueblo donde después nacieron Marcelo y Guille.


 


Pero a ellos se los veía por otras escuelas también ¿En qué otras ejercieron?


En la misma época papá ingresa como profesor en la Escuela de Artes y Oficios, como se llamaba en esa época, luego Escuela Industrial. Le decían 'el papi', porque era el único que tenía hijos. Tuvo compañeros como Carlitos Larrondo, Héctor Díaz que era el Director, Coca Brea y Coca Varadé entre otros. Mientras, mi madre, cuando se inicia la escuela Normal, es convocada para desempeñarse como profesora de Educación Física.


 


Pasan los años y les llega la jubilación… ¿Se dedican a descansar?


Papá se jubila como director de la Escuela Nº 1 y mamá como secretaria. En vez de descansar, papá jubilado abre un negocio de semillas y elementos de granja, siempre le apasionó la quinta los frutales y las flores. Sin embargo, mi madre tuvo más actividad social, fue Presidenta de la Cooperadora del Hospital Municipal y socia de ALPI (Asociación Lucha contra la parálisis infantil) entre otras.


 


Una pareja muy activa sin duda. Si tuvieses que recordarlos ¿qué idea de ellos te viene a la cabeza?


Que fueron muy compañeros, muy felices. Es como si los viera irse todos los diciembres a disfrutar de la “casita” de Ostende hasta marzo. Las ganas que pusieron por hacernos estudiar a los cuatro hermanos con sus sueldos de docentes. Hoy sería imposible. Mi padre nos decía: “La única y mejor herencia que les dejaremos será el estudio”. Hoy creo que fue el mejor legado para habernos podido desenvolver en la vida.


 


Eso deja ver lo orgulloso que estás de los dos. Me pregunto si algún madariaguense no fue alumno de alguno de ellos. Sería casi imposible al haber estado en tantas instituciones educativas...


Sí. Cuando hablo con alguien me suele decir que fue alumno de mamá o/y papá o que alguien de su familia lo fue. Me acuerdo en este momento de Rafael Climenti, Carlos Couto, Alfredo Goñi, Roberto Marchel de Mar de Ajó, Erika Navarro, Pablo Bonorino, Carlos Urrizola, Celia Iturburu, Rulo Foieri, de uno u otro.


 


Celia Iturburu, con la discreción y la cercanía que la caracteriza, alumna de Edith Padilla en Primero Superior, año 1957 la recuerda en nombre de todos ellos


1ero. Superior de aquella época y la señora Edith Padilla de Eyras mi maestra, la recuerdo siempre con su risa franca, su hablar ligerito y suavidad en sus modales, dedicando su tiempo con mucho compromiso a enseñar y sobre todo a inculcar valores tan importantes para la vida.


 Ya de grande, nos encontramos muchas veces como vecinas y pude disfrutar de su charla y simpatía.


Hablando de Edith no puedo dejar de asociarla a su marido don Carlos Eyras, director de la escuela en esos años. Tengo una imagen muy clara de él recorriendo el pasillo largo de la escuela con su guardapolvo muy blanco, creo que almidonado, su sola presencia imponía respeto cuando nos daba la bienvenida todos los días al llegar a la escuela.


Vaya mi reconocimiento a ese matrimonio de educadores que con una vocación profunda supieron formar a tantas generaciones de niños.


 


Edith y Carlitos. Carlitos y Edith. La pareja de guardapolvos blancos. Eran ellos, siempre juntos, siempre asociados. Eran la Escuela Nº1 misma. Ella, la elegancia y la cortesía, él, la autoridad. El siguió cantando en las reuniones familiares, pero feliz por haber elegido el camino que lo y los llevó a la felicidad. Ella, siempre a la par con su “saber estar”.


 


Con la paciencia y el afecto de Alicia García Urruty, la humildad de María Luisa Salerno de Daguerre, la cercanía de Olga Urrutia de Hallier, la valentía de Elida Deluchi de Garbarini, la eficiencia de Lía Sinescalco de Ruau y el trabajo conjunto de Carlos Eyras y Edith Padilla, quedan representadas las virtudes propias de todos los maestros. Aquí termina nuestro homenaje a todos ellos.


 


“Seré ante todo, maestro de escuela” Domingo Faustino Sarmiento


 


 


 


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