En un Día de los Muertos, Frida Kahlo espera a sus invitados.
Mientras cocina y prepara el altar, evoca en detalle sus pasiones y dolores. La pintura, su niñez, su vínculo con Diego Rivera, expone su opinión sobre los artistas, sobre México, Estados Unidos, Francia y surge inevitablemente el recuerdo del accidente y la presencia de la muerte.
Un monólogo entre el dolor, la pasión y el amor.
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