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 GENERAL MADARIAGA - SOCIEDAD
“Madariaga se metió en mi corazón”: el padre Daniel Climente se despide tras siete años de misión

15/03/2025

El párroco de la iglesia Sagrado Corazón de Jesús dejará su cargo en mayo para continuar su labor pastoral en Mar del Plata. En esta entrevista, reflexiona sobre su paso por la comunidad, los momentos más difíciles y el mensaje que deja a los fieles.


Después de más de siete años al frente de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, el padre Daniel Climente (65) se prepara para dejar General Madariaga en mayo y regresar a su ciudad natal, Mar del Plata, donde asumirá una nueva misión en la parroquia San Juan Bautista. Durante su estadía en la ciudad, Climente se ganó el cariño de la comunidad con su humildad, su entrega y su espíritu misionero, especialmente en momentos críticos como la pandemia. En esta charla con El Mensajero, el sacerdote repasa su paso por Madariaga, los aprendizajes que se lleva y su mensaje de despedida.


—Después de siete años en la parroquia, ¿qué siente que deja en Madariaga?


—Dejo mi corazón, como me pide Dios, y recibo el corazón de Jesús. Aquí encontré un pueblo con fe y con ganas de compartir. Dejo amigos, aunque en realidad no los dejo, porque la amistad es para siempre. También dejo el entusiasmo por la oración y el canto, algo que siempre quise transmitir. Si me recuerdan por algo, ojalá sea por eso: porque rezamos y cantamos juntos.


—Uno de los momentos más difíciles de su misión aquí fue la pandemia. ¿Cómo vivió esa etapa?


—Fue un tiempo en el que Dios me empujó a salir al encuentro de la gente. Mientras el mundo se cerraba, yo sentía que mi deber era animar, llevar esperanza. Con el auto recorríamos las calles con la imagen de la Virgen en el capó y un altavoz con música y mensajes de aliento. No fue fácil, pero al ver la emoción de la gente, los niños saludando desde las ventanas, sentí que era lo que debía hacer. En ese momento, Madariaga se metió en mi corazón para siempre.


—¿Qué se lleva de esta comunidad?


—Me llevo el cariño de la gente, la experiencia de haber compartido momentos de fe y encuentro. Madariaga es un pueblo con muchas ganas de hacer cosas, de reunirse y celebrar. También aprendí mucho sobre la solidaridad, que aunque a veces parece apagarse, sigue viva en el corazón de la gente.


—¿Por qué tomó la decisión de partir?


—La misión del sacerdote no es solo en una parroquia, sino en toda la diócesis, en comunión con el obispo. Mi tiempo aquí se cumplió y ahora me toca continuar el camino en otro lugar. Inicialmente mi misión en Madariaga era por seis años, pero pedí quedarme un año más. Ahora, en mayo, me trasladaré a la parroquia San Juan Bautista, en Mar del Plata.


—¿Quién será su sucesor?


—El padre Silvano De Sarro. Tiene 56 años y viene de la parroquia San Carlos Borromeo, en Mar del Plata. Curiosamente, él fue mi sucesor en mi primera parroquia, así que el destino nos vuelve a cruzar en este cambio de misión.


—Además de su tarea parroquial, usted ha trabajado en la pastoral carcelaria. ¿Continuará con esa labor?


—Sí, en Mar del Plata seguiré trabajando con la pastoral carcelaria en la unidad de mujeres de Batán, algo que ya vengo haciendo desde aquí, viajando todas las semanas. También me enfocaré en la pastoral de personas con discapacidad, un área que me interesa mucho y en la que quiero seguir aportando.


—Después de 39 años de sacerdocio, ¿qué siente que ha sido su mayor legado en cada lugar donde estuvo?


—Creo que he sembrado comunidad, encuentro, oración y alegría. Eso es lo más importante. En tiempos difíciles, la fe nos sostiene y nos une. He intentado que la gente se acerque a Dios desde el canto, la oración y la fraternidad.


—¿Volverá a visitar Madariaga?


—Por supuesto. Madariaga me ha dado mucho y siempre será un lugar especial para mí. Además, tengo muchos amigos aquí, así que seguramente vendré en distintas ocasiones, especialmente en las fiestas patronales.


—Para despedirse, ¿qué mensaje quiere dejarle a la comunidad?


—Les quiero pedir que vivamos este tiempo de Pascua con esperanza. Jesús pasó por la cruz, pero llegó a la resurrección. Nos necesitamos unos a otros, nadie se salva solo. Mi deseo es que esta comunidad siga creciendo en la fe y el encuentro, que salgamos a compartir y ayudar a quienes lo necesiten. La alegría de creer y compartir es lo que nos sostiene en los tiempos difíciles.


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