Memoria, resistencia y comunidad en tiempos de odio

Hace siete años llegué del conurbano a Madariaga con una mochila llena de preguntas, de deseo de ser, y de esa sensación de no saber si había lugar para nosotres en un pueblo donde las disidencias parecían no existir. No llegué buscando pertenecer: llegué a construir. Porque una aprende rápido que si no hay espacio, hay que inventarlo.
Los primeros tiempos fueron de soledad. No había banderas colgadas ni palabras que nombraran nuestras existencias. Éramos poques, pero con una convicción enorme: salir a la calle, hacernos visibles, decir acá estamos. Así empezó el primer orgullo madariaguense, sin escenario, sin apoyos, con miedo, pero también con una certeza: el silencio no era opción.

La soledad y la siembra

Al principio fuimos nosotres contra el vacío. Sin instituciones que acompañaran, sin prensa, sin recursos. Aun así, sembramos. Golpeamos puertas, pintamos carteles, tejimos redes. Nos abrazamos en una plaza que se volvió refugio. Y con el tiempo, esa soledad se transformó en comunidad.
Las infancias comenzaron a acercarse, la juventud empezó a marchar sin miedo, las escuelas se animaron a abrir el diálogo. Así fuimos germinando una semilla que hoy florece en cada bandera colgada, en cada abrazo sin culpa, en cada nombre que se pronuncia con orgullo.

Los 7 orgullos: nuestra memoria viva

Siete años, siete orgullos, siete formas de resistir. Cada uno con su historia, sus lágrimas y su alegría. No son solo marchas: son memoria. Son los nombres de quienes ya no están, y el esfuerzo de quienes seguimos sosteniendo el fuego.
Entre esas memorias, la mía se volvió también una conquista colectiva: obtener mi DNI no binarie en Madariaga fue una batalla personal y política. No fue un trámite, fue un grito. Porque en cada papel, en cada letra, se juega el derecho a existir. Ese documento fue y es un símbolo: lo que cuesta, lo que duele, lo que se logra cuando la comunidad empuja junta.

Resistir en tiempos de Milei

Hoy, en este contexto de odio y ajuste, nuestras vidas vuelven a ser puestas en duda. Nos quieren sin voz, sin recursos, sin orgullo. Pero lo que no entienden es que existimos desde la resistencia. Que cada marcha, cada bandera, cada encuentro en la plaza es un acto político.
En tiempos donde el Estado retrocede, nosotres avanzamos. Sostener los 7 orgullos madariagenses es sostener una trinchera amorosa. Porque resistir también es abrazarse, cuidar, cocinar juntas, hacer memoria y no dejar que nos borren.
Desde Madariaga, seguimos gritando: nuestras vidas valen, nuestros cuerpos importan, nuestra existencia es política.

Memoria, presente y futuro

Hoy miro atrás y veo el camino recorrido con emoción y orgullo. Veo a la juventud que se sumó, que toma la posta, que no se calla. Veo a quienes estuvieron desde el principio y a quienes nos acompañan desde otros planos.
Siete orgullos después, seguimos acá. Más fuertes, más visibles, más juntes. Porque cada paso que damos no es solo por nosotres, sino por quienes vendrán.
Viva el orgullo, vivan nuestras existencias, viva Madariaga diversa.
Somos siete orgullos y una misma lucha: la de existir con dignidad.

Silvane.