09/08/2020 10/08/2020 - MADARIAGUENSES DESTACADOS HISTORIAS EN TIEMPOS DE CUARENTENA
José María Cornide: Pinté un cuadro llamado ´Coronavirus´, esperando que suene la trompeta de la ciencia haciendo desaparecer al enemigo invisible

El notable artista plástico, escenógrafo y docente, reconocido a nivel internacional, reside en Pinamar y nos cuenta su rica historia en el mundo del arte. Para disfrutar...


José María Cornide (82) es un reconocido artista plástico y escenógrafo a nivel nacional e internacional. “Chichí” -como lo conocemos-, es además docente. El mayor de ocho hermanos de una tradicional familia con vínculos en toda la región, le siguen Mirna Amalia, Angélica Leonor, María Beatriz, Marta Raquel, Carlos Fidel; Juan Alfredo y Diana Lía.
En esta nota, cuenta a EL MENSAJERO su riquísima y vasta trayectoria en el mundo de las artes, y revela detalles sus vivencias y recuerdos en su infancia y juventud. Para Madariaga y la región es un orgullo y un "lujo asiático" (tal como él dice) tener su palabra en nuestras páginas.
Sus orígenes
"Nací en este hermoso pago gaucho, allá por 1939. Comencé mis estudios en el colegio San José. Recuerdo que el primer día me quedé dormido en el banco de clase y me despertó la hermana Paulina. Tuve como compañero a "Coco" Costa, y de allí en más cursamos juntos hasta terminar el secundario en Dolores, donde viví cinco años en una pensión. Era un flaquito esmirriado, pero tuve la suerte de contar con un profesor de gimnasia, el Sr. Etcherraute, que me abrió el sendero del deporte, diciéndome “por las tardes usted vendrá a mis clases de ejercicios en grandes aparatos al Club Social”. Y así fue que durante cuatro años de esa dura gimnasia, comencé a estirarme y a tener fuerza, sumado a un entrenamiento de básquet, donde llegué a jugar en tres divisiones: cadetes, segunda y primera. Eso me dio velocidad y resistencia. Al final, pasé de enclenque, a ser rápido y fuerte.
Un agradecimiento de por vida a este Maestro, dado que el deporte crea una disciplina y aleja los vicios. Esta línea de vida me llevó hasta los 65 años, cuando corrí mi última media maratón en las fiestas Mayas de Capital. Un sincero consejo a los jóvenes: el deporte da salud y alegría, limpiando el cerebro de malos pensamientos".

Lejanos recuerdos de mis pagos…
"En Madariaga, solía jugar a la paleta en el Club Independiente, y se estaba creando el Club “Juventud Unida”. Allí fui a jugar al fútbol, pero me duró poco por ser un gran “patadura”.
Otro gran recuerdo es la banda musical del pueblo, que tocaba en la plaza frente a la Iglesia, los domingos después de misa. Me llamó la atención ese gran instrumento de voz grave, la Tuba, cuyo intérprete era un viejo muy petiso.

Para el Día de la Tradición, el hermoso desfile de gauchos con su patriarca al frente J.A. Roca, su larga barba blanca, poncho pampa, sombrero negro aludo, montando un tordillo muy bien emprendado y portando la bandera Argentina. Detrás, el gaucho pardo, quienes en yunta habían compuesto lo que muchos llamaron el Himno Nacional de Buenos Aires: “La Tropilla”, que grabó Carlitos Gardel. También otro gaucho, el conocido boxeador peso pesado Cámpolo, y luego el desfile de los gauchos de Madariaga y de otros lugares. Todo una fiesta criolla que daba lujo al pueblo.

Recuerdo una noche de gran tormenta, lluvia, relámpago y rayos caminando con mi padre de la mano y mi hermana Mirna a su hombro, en el camino a Lavalle, donde quedamos encajados. Entre el barro, bajo los talas, fuimos a parar a “Las Rosas”. Mi padre golpeó la puerta y una voz femenina preguntó por el apellido. No sólo nos dejó pasar, sino que preparó comida caliente y nos ofreció una cama para dormir. Dentro de ese lugar había dos gauchos payadores, con guitarras, iluminados por unas velas, tomando tal vez ginebra. Esa imagen de luz y sombras, voz y música, quedó registrada en mi mente hasta hoy. ¡Era un cuadro!.
También, desde chico escuche los relatos de la luz mala y raras apariciones que llenaban mi cabeza de imaginería, sobre todo en Lavalle, donde no existía la luz eléctrica ni gas, ni radio, y hasta el agua salitrosa no se podía tomar, sólo aljibes con agua de lluvia. La gente era muy supersticiosa.

Recuerdo también nuestras travesuras en la quinta de mi abuelo, poblada de grandes sandías que le hacíamos caladuras, y de noche le poníamos una vela encendida y en la calle de tierra la cruzábamos con hilos y tapitas de cerveza. Sobre todo las mujeres cuando pasaban, se asustaban y salían corriendo y, al llevarse por delante los hilos, gritaban.

Mi abuelo Fidel era un tipo muy ingenioso, y siempre nos apoyaba en estas travesuras. Tocaba la guitarra, cifras, estilos y milongas. Además. tenía una tropilla de caballos y me había regalado un petiso Moro. Mi alegría era montarlo y transitar en él.

Recuerdo la gran fiesta popular que generaba la carrera “Mar y Sierra”, donde la gente del pueblo se ubicaba desde temprano preparando el asado a la vera de los alambrados para ver pasar a toda velocidad a sus ídolos: la coupé Chevrolet roja de Juan Manuel Fangio, los hermanos Gálvez, Marimon, Ciani, etc. Y la emotiva transmisión radial de Luis Elías Sojit: La Ford y el Chevrolet. La mayoría era hincha de Fangio… recordando esto, no hace mucho se me ocurrió escribir un pensamiento con rima, algo así como una poesía. La titulé “Chivo Viejo”. La leyó Nico Favio, le puso música y la grabó en un CD llamado “Flor de Puño”. Nico ya había grabado otro CD inspirado en un mural que pinté en un boliche muy bohemio con todos sus integrantes en copas y lo titulé “Hasta la última gota”, y así se llama ese CD. Algunos de ellos: un gran poeta del tango, tal vez el mejor de la última generación, Nacho Whisky, con parientes en Madariaga y otro, entre tantos, uno de los patriarcas del rock “Pajarito Saguri”, a quien conocí en Villa Gesell a los 18 años y me contó que Argentino Luna le enseñó a tocar la guitarra.

El último recuerdo de niño fue el ver pasar un avión por el cielo del pueblo. Mucha gente salía a la calle para verlo. Pensé “que lindo sería ver la tierra desde el cielo”, y al poco tiempo se cumplió este sueño. Mi tío Liberato D´Onofrio, el primer piloto de Madariaga, me llevó a volar. Luego le regalé unos dibujitos sobre aviones. Pasado unos 40 años fuimos con mi hijo (también piloto) al Aeroclub, y… Oh! Sorpresa, allí encontré esos cuadritos enmarcados que Liberato había colgado (aún están).

A mis 80 años, me acosó un toque de nostalgia, y hablando con el piloto Daniel Ayure, le prometí pintar un cuadro grande (2x2 metros) en homenaje a aquellos patriarcas. Así fue que lo realicé, y siendo Madariaga el pago gaucho, se trata de un gaucho en un Pegaso que parte del aeroclub a recorrer el cosmos, titulado “Jinetes del cielo”.

Algo que me llenó de orgullo fue en Uruguay, en Paysandú, donde auspiciado por la Embajada Argentina hice una exposición de cuadros folclóricos, y en esa inauguración un arpista tocó bellísimas melodías litoraleñas. Por la noche se hizo un asado con muchos concurrentes; a mi lado se sentó el arpista y me preguntó de qué parte de Argentina era yo. Le dije: “de Gral. Madariaga”… se sorprendió: “Del país de los payadores!” dijo. “¡Sí!” le contesté. Entonces pidió en voz alta una guitarra diciendo: “Acá hay un paisano de Madariaga y le voy a cantar unas canciones en homenaje a ese pueblo!” y en voz baja me dijo – disculpa si no canto bien, tampoco toco bien –
Interpretó seis obras suyas muy buenas, rubricadas por aplausos cada una. Era el ídolo de Paysandú, quien había regresado de Suecia donde estuvo expatriado, después de cuatro años de cárcel en Uruguay por razones políticas: Aníbal Zampallo. Y recuerdo que un pasado de copas le preguntó por la política, y él le respondió: “Mire amigo, la política es una rueda de carro, lo que está abajo hoy, mañana estará arriba y lo que está arriba, pasará abajo”.

Sus estudios y obras
"Estudié en La Plata, primero algo de Química, y luego me recibí de Profesor en Escenografía. Tuve como Maestro a Saulo Benavente, con quien trabajé 20 añosa su lado en Teatro de Revistas, el Maipo, el Nacional, etc. Hasta en el Circo Ruso. Él viajaba mucho a ese país, trayendo espectáculos cuando el sistema era comunista. Me contó algo interesante: una huelga en el teatro más importante, el Bolshoi, donde todos debían cobrar lo mismo. Entonces el primer violinista le dijo a un gremialista: “me parece muy bien, pero desde ahora yo voy a barrer y usted va a tocar el violín”… se terminó el problema.

El hecho de haber estudiado Química me capacitó para profundizar la luz y el color. Lo cual me llevó en 1970 a ganar un concurso de la Cátedra de Luminotecnia en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (un "lujo asiático" inesperado). Lo mío funcionó muy bien, tal es así que permanecí como Profesor de Escenografía y Luminotecnia 40 años, hasta que me jubilé en agosto de 2010. En el Instituto, además, dicté más de 40 cursos en vacaciones de verano e invierno sobre temas de ópera y ballet, con la presencia de alumnos de distintos lugares del mundo. Luego dicté cursos en distintos centros culturales en el país.

Escribí el primer libro en Argentina sobre el tema de la iluminación “El Diseño Lumínico en la Escena Teatral”. Según el Teatro San Martín, donde se vendía, fue el best seller técnico del año.
Gracias a este libro fui contratado como escenógrafo por la compañía “Tango 2000” para una gira de tres meses por Filipinas, Malasia, Singapur, China, Hong Kong, Tai Pei, etc. La gira de tango y folklore fue un éxito actuando en la gran mayoría en hoteles 5 estrellas.

Como profesor estuve 20 años en la escuela nacional de Arte dramático, seis años en la escuela Municipal, ambas en Capital y otros seis años como profesor titular en la Universidad de La Plata.
Mientras estudiaba, trabajé cuatro años en el Hipódromo de La Plata, en la Comedia de la Provincia, y como realizador de TV 2 de La Plata. Luego en Buenos Aires fui escenógrafo de canal 11 y varios años escenógrafo de canal 9, realizando cantidades de escenografías.

También hice muchas puestas de óperas con cantantes del Colón y Ballets con famosas bailarinas internacionales como Didi Carli y Liliana Belfiore.

En 1974 realicé una gira de mochilero con mi esposa y bailarina Ana María Conrad, madre de mis dos hijos Florencia (Vestuarista) y Alejandro (Comandante de Aerolíneas). Esta gira por Bolivia y Perú, Machu Pichu y parte de la selva me impresionó, sobre todo su maravillosa cultura. Fue como descubrir América. Comencé a pintar esos motivos y de ahí en más, seguí adelante con las imaginerías y mitologías.

Trabajé con grandes folkloristas y tangueros como Jaime Torres (17 años). Viajé y aprendí mucho con él. El Chúcaro, Norma Viola, Antonio Tarrago Ros, Suna Rocha, etc. Es muy larga la historia de exposiciones de cuadros en distintos países".

Hoy, "Chichí" reside en Pinamar. Y desde allí, su mensaje: "Les agradezco a ustedes esta nota. Pinté un cuadro llamado “Coronavirus”, esperando que suene la trompeta de la ciencia haciendo desaparecer al enemigo invisible. Agradezco a mi hija Florencia su ayuda en la computadora y un saludo a todos mis viejos amigos del pueblo, dejándoles fe y esperanza en momentos tan difíciles".

(N de la R: Esta nota pudo realizarse gracias a la predisposición y buena onda de su hija Florencia. ¡¡Gracias!!)


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