Cada vez son más los jóvenes madariaguenses que emigran a otras latitudes para forjar su futuro. Pero también, y es bueno decirlo, hay otros tantos e inclusive familias que se afincan en estos pagos con la intención de crecer, trabajar y emprender. Con el propósito de tener un porvenir.   

Por eso, en estas líneas, EL MENSAJERO quiere brindar un pequeño reconocimiento a aquellos que se suman a nuestra comunidad para enriquecerla con su cultura y sus costumbres.

En esta oportunidad, conversamos con Celeste Durando, profesora de Arte y Música que instaló en Madariaga hace cuatro años y hoy la considera “su lugar en el mundo”. 

“Vivo en Madariaga desde el año 2017, pero desde el 2015 venía a trabajar a la Escuela de Arte todos los días, viajando en la ruta 100 km de ida a la mañana tempranito y 100 km de vuelta ya bien entrada la noche.

Llegué acá por la Escuela de Arte y fui conociendo de a poco la ciudad, los barrios, su gente. Me fui enamorando del ritmo con el que se vive acá, la amabilidad de sus habitantes… En cuanto pude encontrar un lugar para vivir con mi familia, me vine”.

- ¿Desde dónde venís?

Vengo de la localidad de Temperley, en el Gran Buenos Aires. En el 2012 con mi familia tomamos la decisión de dejar la ciudad para buscar un entorno más sano y seguro para el desarrollo de nuestras hijas. En ese momento, la más grande estaba en la escuela primaria y la más chiquita en el jardín.

Antes de llegar a Madariaga, fuimos a vivir al Partido de la Costa. Allá vivimos 4 años.

- ¿Cuáles son las actividades que realizas acá?

Gracias a Dios, en Madariaga puedo trabajar de mi profesión que es la música y la docencia en arte. Sigo trabajando en la Escuela de Arte como profesora de violín y de Lenguaje Musical en el Profesorado. Es muy lindo trabajar en esta escuela, es como una familia, yo le digo “la escuelita más linda”.

También dirijo la “Camerata Madariaga”, un proyecto que se lleva adelante a través de la Secretaría de Cultura. Recién comienza y me hace muy feliz, ya que lo comparto con colegas músicos y profesores de una gran calidad artística y humana.

Además, también tengo un espacio particular que es el “Taller de Música”, donde tengo alumnitos niños, niñas y jóvenes de guitarra, piano, violín y ukelele. Y también un grupo de mujeres cantoras “El Taller de Canto Colectivo”, un grupo que crece un poco más cada año y me da muchísimas satisfacciones.

En la región además pude conocer músicos increíbles y compartir con ellos la actividad de la Orquesta Municipal de Villa Gesell y la Orquesta Escuela Municipal de Pinamar, donde soy violinista.

También me gustaría comentar que pude encontrar una hermosa comunidad en la Parroquia del Sagrado Corazón que me recibió con gestos de fraternidad. Allí participo del Ministerio de Música y Canto, y del grupo de Animación Bíblica.

- ¿Qué es lo que más te gusta de Madariaga?

¡Me gustan muchas cosas! La tranquilidad de vivir donde casi, casi, se conoce a todos. ¡El desfile de la Fiesta del Gaucho me encanta! La cantidad de cantores y cantoras que hay por todos lados, las leyendas, las historias que me contaron los amigos nuevos que tengo acá en Madariaga.

Me gusta que en el medio de un ambiente rural, pasas una tranquera y te encontrás con el taller de un artista o con un estudio de grabación. Me gustan como bailan en los fogones toda la noche, la gente de Madariaga y el paisaje donde vivimos.

- ¿Y lo que menos te gusta?

Cuando llegué a Madariaga me sorprendió que se manejara tan rápido por las calles. Me parece que algunas motos y bicicletas no conocen las reglas básicas de tránsito, pasan los semáforos en rojo, van en contramano, cambian de carril sin mirar apenas. Es un peligro.

“Cuando uno se va de su lugar de origen piensa que siempre va a ser un extraño en donde vaya y eso no pasa en Madariaga. Así que quiero expresar un gran agradecimiento a este pueblo y a su gente. Siento que estoy en mi lugar en el mundo, si Dios quiere me quedo acá para siempre”, concluyó Celeste.