28/05/2020 - GESELINOS DESTACADOS HISTORIAS EN TIEMPOS DE CUARENTENA
Juan Ignacio Provéndola: “Gesell debe darse un debate sobre su propia identidad…”

El joven geselino comparte a EL MENSAJERO su rica e interesante historia como periodista y escritor


Juan Ignacio Provéndola (37) es un notable periodista y escritor geselino, radicado desde hace unos años en la Ciudad de Buenos Aires.

Juani, tal como lo conocemos, ha trabajado en varios de los medios más importantes del país: Clarín, La Nación, Revista Noticias, y desde hace 12 años, escribe en el diario Página 12. Actualmente, también, es docente en la UBA en la carrera de Comunicación Social.

En sus obras como escritor, podemos destacar los títulos “Historias de Villa Gesell: verdades, secretos y misterios de una ciudad que se hizo leyenda”, “RockPolitik: los vínculos entre el rock y el poder político en Argentina”, entre otros.

En esta nota, cuenta a EL MENSAJERO, con su particular estilo, sus vivencias en “la Villa”, sus inquietudes, y sus logros y aspiraciones como periodista y escritor.

-¿Dónde cursaste tus estudios?
Cursé el primario y el secundario en el Anna Böttger de Gesell, de principio a fin de los '90. Después, me mudé a Buenos Aires para hacer la Licenciatura en Periodismo en la Universidad del Salvador, entusiasmado por varias experiencias que venía teniendo en radios y periódicos geselinos cuando era un pibito. Una vez que me recibí, quise intentar una segunda carrera y probé con Ciencias Políticas en la UBA, luego con Antropología en FLACSO… pero ya era tarde: comprendí que después de tantos años cumpliendo con los rigores académicos, entrando a clase a una hora establecida, rindiendo un examen en un tiempo determinado, esperando las ordenes del profesor y etcétera. Era necesario patear la calle con más profundidad, embarrarme y darme cada tanto unos golpes al galope de la curiosidad, que es en definitiva la principal motivación para ejercer el periodismo.

Desde ya, reivindico la formación habitual, la universitaria, con la epistemología de los pizarrones y la “bibliografía obligatoria”, aunque también entiendo que eso se potencia con otras fuentes de conocimiento como las experiencias personales, los consumos intelectuales y artísticos a demanda (desde ensayos hasta canciones), y todo naturalmente dinamizado por los valores en los que fuiste criado: de poco te va a ayudar la obra completa de Foucault si andas por la vida sin conmoverte con lo que pasa más allá de tu vereda.

-Como profesional del periodismo, ¿qué trabajos tenés para destacar?
Escribí en muchos diarios y revistas, desde Clarín a El Gráfico, pasando por La Nación y la THC, Tiempo Argentino o Noticias, y desde hace doce años trabajo para Página 12. Además, colaboro en otros medios y hago con mucha alegría Pulso Geselino, un portal web con notas sobre el color y la historia de Gesell.
Desde el año pasado también empecé a dar clases en la carrera de Comunicación Social de la UBA, descubriendo la docencia y descubriéndome ya como un pseudo-viejo, jajaja. Rozando los 40 años, se empiezan a evidenciar las distancias generacionales con pibes y pibas de 20 o 30, aunque los estimulo mucho a que participen y debatan en las clases, porque de ese intercambio también aprendo yo.
Ahora, si vos me preguntas qué tengo para destacar; mi respuesta es más sencilla: ¡tener el monotributo al día y no aparecer en el veraz!

- ¿Y cómo escritor?
Mi primer libro fue “Historias de Villa Gesell: verdades, secretos y misterios de una ciudad que se hizo leyenda”. Una publicación independiente y autogestiva con varias ediciones, la última de ellas con 50 capítulos y, por lo que entiendo, hoy agotada. En ese mismo formato saqué tiempo después “Villa Gesell Rock&Roll”, y en el medio “RockPolitik: los vínculos entre el rock y el poder político en Argentina”. El último se llama “El ojo que espía”, trata sobre un organismo de espionaje de la Policía Bonaerense y la tapa es un dibujo que me regaló el maestro Rocambole, artista plástico de todos los discos de Los Redonditos de Ricota.

No obstante eso, quiero aclarar que no me percibo como escritor: creo que esa definición le pertenece a quienes se dedican de manera permanente a la producción literaria, y especialmente a la de ficción, para lo cual hacen falta más y mejores herramientas. Simplemente, me considero un periodista que cada uno o dos años saca un libro sobre un asunto que le interesa y por la vía que esté más a mano: quiero decir que no me desvivo por investigar los temas que están de moda en el momento, ni tampoco por publicar a través las editoriales más comerciales, a pesar de que en uno y otro caso eventualmente. Ahora tengo en el buche dos trabajos a medio terminar: uno con crónicas de viajes, y otro sobre fútbol.

-¿Qué recuerdos tenés de tus años por “la Villa”?
Uno no tiene claro si recuerda lo que pasó, o en todo caso lo que la mente selecciona. Como dijo Dolina: “La memoria es un género ficcional”. De la manera que sea, mis recuerdos son numerosos, desde amigos y gente querida, hasta los primeros amores… y también los primeros desamores, jaja. Además, el entorno natural, el rumor del mar sintiéndose a la distancia, los días de sudestada o el solcito levantándonos el humor a partir de agosto o septiembre. Lo fabuloso de poder recorrer el pueblo de punta a punta en bicicleta, manzanas vacías en invierno, ese bosque tan gigante y tan vacío, lleno de colores y de animales. Quizás mi mente guarda una imagen de una Gesell que ya no existe, o acaso nunca existió, pero conviene que así la recuerde, jaja.
Y, sobre todo, esa fascinante mixtura social entre viejos europeos que habían escapado de las guerras, bolivianos o paraguayos con sus colores y rituales, laburantes golondrinas del norte argentino que decidían quedarse después de los veranos, unos cuantos madariaguenses que prefirieron estar más cerca del mar que del campo, gente del conurbano habitando los barrios populares del oeste o porteños agobiados de la metrópolis, como es el caso de mis viejos o los viejos de mis compañeros de colegio. Creo que, a esta altura del partido y con esta cantidad poblacional, Gesell debe darse un debate sobre su propia identidad. ¿Qué define al geselino? Cuando encontremos esa respuesta quizás puedan resolverse muchos problemas que están flotando en el aire.

- Desde tu óptica, ¿qué opinas de la pandemia del coronavirus?
Opino que, como todo hecho inesperado, nos agarra a todos mal parados, a los de arriba, a los de abajo, y eso por supuesto genera el peor de los escenarios, que es el de la incertidumbre.
Nos cambia el humor, altera nuestra manera de percibir las cosas y, para colmo, cunde otra pandemia terrible, que es la del “melosetodismo”: personas que salen a hablar todo día a toda hora sobre todo tema… como si, encima, supieran. Paren la bocha, muchachos: nos acuarentenamos para protegernos del Covid, pero nos vamos a morir de sobredosis de información, teorías y elucubraciones. Cada uno tendrá su percepción en base al nivel de dificultad que la cuarentena te impone, y como esta repercute en tu condición económica y habitacional. Hay que tener cuidado y respeto con lo que decimos livianamente, sobre todo cuando uno goza de ciertas comodidades que tantos otros carecen, aunque es innegable que hay mucha gente con reacciones solidarias, y especialmente gente de civil, sin un ordenamiento partidario o institucional en particular. Por lo demás, recién pasado un tiempo y una distancia, podremos analizar con mejores criterios un proceso tan complejo e inesperado como este, quizás con la expectativa de poder poner en cuestión ciertos lugares comunes u ordenamientos sociales que no resultan especialmente beneficiosos para el colectivo de la sociedad.

“Quisiera descontar días de espera para volver a Gesell, a Pinamar y a Madariaga, donde siempre tengo amigos y amigas que quiero y me reciben. Entre la pandemia y un accidente que tuve en 2019, ya llevo un año y medio sin pisar el viejo Tuyú. Mientras tanto, a esperar y sobre todo a cuidarse mucho”, concluyó el joven geselino.


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